En el imaginario colectivo occidental Hong Kong es una ciudad absolutamente trepidante, un cruce de caminos que más bien parece un choque de trenes entre Oriente y Occidente; el Manhattan del Sureste asiático. El estatus colonial de la ciudad durante casi todo el siglo XX propició un irresistible desarrollo económico que la llevó a ser una potencia económica de primera fila. Aún en la actualidad, y pese a pertenecer a China, es uno de los lugares donde existe mayor libertad económica. Hong Kong, con su mestizaje a machetazos y sus pelis de artes marciales se ganó la fama de poseer una idiosincrasia rayana en la anarquía, fama que, en muchos casos, está más que merecida.
Un Boeing 747 aterrizando en el antiguo aeropuerto de Hong Kong, el Kai Tek. Fue clausurado en 1998 por razones obvias. Estaba tan dentro de la ciudad que las luces de aproximación se instalaban en las azoteas de los edificios.
Pero si hubo un lugar de Hong Kong donde la anarquía era una forma de vida, ese fue la Ciudad Amurallada de Kowloon. Oficialmente se trataba de un enclave chino en territorio británico, en realidad era una isla de cemento sacada de una distopía de pesadilla, un mamotreto laberíntico donde la densidad de población era la más alta de la Tierra, una especie de mundo aparte donde las reglas, todas, eran otras. Más de trescientos edificios se apiñaban en una superficie de dos hectáreas y media (camposdefútbol en el sistema de medidas televisivo), y allí se apelotonaban burdeles, fumaderos de opio, clínicas ilegales y restaurantes de carne de perro mezclados con iglesias y colegios. Miles de personas nacían, crecían y vivían allí sus vidas, en opresivos y oscuros callejones que todavía desafían la imaginación.
Vista aérea de la ciudad en 1989. Nótese lo abigarrado de la construcción, una atroz mastaba de cemento absolutamente claustrofóbica.
Toda historia tiene su origen, y el de ésta se remonta a mediados del siglo XIX. Gran Bretaña se anexó la Isla de Hong Kong (una pequeña parte de lo que después sería la colonia) en 1842, merced al Tratado de Nankín o Nanjing, que puso fin a la primera Guerra del Opio. En aquel tratado las autoridades chinas se reservaron un pequeño trozo de terreno en la península de Kowloon, con el objetivo de poder vigilar de cerca las actividades británicas, aunque sin interferir en ellas. Dicho terreno correspondía al de una pequeña fortaleza establecida varios siglos antes para vigilar la costa y limpiarla de piratas, conocida como la Ciudad Amurallada de Kowloon (Kowloon Walled City, en inglés). Los británicos, siempre fieles a la palabra dada, tardaron como un año en arrepentirse del trato y procedieron a atacar el enclave chino, que encontraron desierto tras las murallas. Sin embargo, el tratado de Nankín no fue modificado ni corregido posteriormente, por lo que, de manera oficial, ese pequeño trozo de tierra continuó bajo soberanía china.
Mapa de Hong Kong con la localización de Kowloon.
En 1898 China y Gran Bretaña llegan a un acuerdo según el cual los primeros cedían a los segundos la soberanía de la isla de Hong Kong y varios territorios nuevos (conocidos, en uno de esos alardes de originalidad que nos depara la Historia, como Nuevos Territorios), excluyendo expresamente la ciudad amurallada, que por entonces contaba con 700 habitantes. El peculiar estatus del enclave permitió que, rodeados y a la vez protegidos por el territorio colonial, los habitantes de la ciudad amurallada apenas se enteraran de la caída de la dinastía Qing y el establecimiento de la República de China a principios de la década de 1910. De lo que si se enteraron, y bastante, fue de la ocupación japonesa de Hong Kong. Las murallas que le daban su nombre al enclave fueron demolidas y los escombros usados para construir un aeródromo (posteriormente se convertiría en el aeropuerto de Kai Tek) y la población evacuada. Cuando Japón se rindió en 1945, de la ciudad no quedaba prácticamente nada.
La ciudad amurallada de Kowloon, en 1915
Con posterioridad al final de la II Guerra Mundial, cientos de sin techo se dirigieron al enclave chino. La policía de Hong Kong no tenía derecho a entrar en él, y las autoridades chinas estaban demasiado ocupadas en librar una guerra civil como para darse por enterados. Incluso después de la fundación de la China Popular en 1949 el enclave permaneció ajeno a cualquier tipo de control. Varios miles de personas se refugiaron en la ciudad para escapar de las autoridades chinas, de hecho. Las tríadas y, en general, el sindicato del crimen, se fueron haciendo con el control de la ciudad y de las innumerables actividades ilegales que allí se desarrollaban. El crecimiento descontrolado empezó entonces, pero se agudizaría tras las sucesivas redadas de la policía china en el enclave, que acabaron con el dominio de las mafias locales.
La ciudad amurallada, en 1973
A partir de principios de los setenta se produjo el boom de Kowloon. Sin el yugo de la mafia y carentes de cualquier tipo de control estatal, los edificios empezaron a brotar como setas. Unos encima de otros, invadiendo las calles, acaparando todo el espacio disponible. Cientos de modificaciones, ampliaciones y nuevas construcciones realizadas sin control, planos o la supervisión de alguien que hubiera pisado la facultad de arquitectura. El resultado fue un laberinto enloquecedor, sacado directamente de una película futurista. A las calles, de un metro de ancho en su inmensa mayoría, rara vez llegaba la luz del sol, por lo que se iluminaban durante las veinticuatro horas con fluorescentes. Esto fue lo que le hizo ganarse el sobrenombre de City of darkness (La ciudad de la oscuridad). En realidad, los callejones solían estar vacíos porque los kowloonenses se movían a través de la ciudad mediante pasajes y pasadizos que conectaban los edificios a partir de la cuarta o quinta planta.
Sobre estas líneas, el entramado de las azoteas en Kowloon City. Debajo, una impresionante vista de la fachada interior.
En la ciudad amurallada de Kowloon la ley era la que establecían sus habitantes. China se desentendió del enclave y Hong Kong se limitó a indicar que hicieran el favor de no construir más allá del piso quince, que el aeropuerto estaba muy cerca y no era plan. Las autoridades coloniales también facilitaban agua y electricidad al enclave, así como el reparto del correo, que tenía que ser de lo más entretenido. En la ciudad, carente de ley escrita tanto como de luz, de la vigilancia se encargaban sus propios habitantes, que no dejaban entrar a nadie que no tiuviera una buena razón para ir. Numerosos dentistas sin licencia operaban dentro de los muros de Kowloon, dando servicio también al resto de Hong Kong. Miles de inmigrantes ilegales se encerraron en la ciudad, donde estaban a salvo de la extradición, ya fuera por parte de las autoridades chinas o británicas. A finales de los ochenta la ciudad contaba con cincuenta mil habitantes. Teniendo en cuenta su superficie (26.000 metros cuadrados, o 0.026 kilómetros cuadrados), resultó que la ciudad amurallada se había convertido en el asentamiento humano con mayor densidad de población en toda la historia de la humanidad, con casi dos millones de habitantes por kilómetro cuadrado.
Arriba, vista de la ciudad en 1989. Debajo, la fachada exterior en la década de los ochenta.
En un momento dado la actividad criminal y el tráfico de drogas fueron demasiado para los gobiernos chino y británico (aunque según algunas crónicas la criminalidad en Kowloon era menor que en el resto de Hong Kong). A mediados de los ochenta ambos países acordaron la devolución de la colonia a soberanía china en 1997, lo que permitió a las autoridades locales llegar a un acuerdo con Pekín para solucionar el espinoso asunto del enclave. En 1987 se anunció la inminente demolición de la ciudad, y la construcción en su lugar de un parque. Era algo que tenía que suceder tarde o temprano, pero los habitantes del enclave no se lo tomaron demasiado bien. La evacuación se prolongó durante cuatro años, de 1988 a 1992, que fue lo que tardaron las autoridades en conseguir echar a todos los vecinos reacios a marcharse. El gobierno de Hong Kong se gastó unos 3.000 millones de dólares locales (al cambio actual, unos 300 millones de € o 400 millones de dólares americanos, más o menos) en indemnizar a los propietarios de las miles de viviendas de la ciudad. Algunos adictos a la heroína, traficantes de drogas y demás gentes de mal vivir resistieron hasta el último día. En 1993 comenzó la demolición, que concluyó a mediados de 1994.
El día y la noche. Las azoteas y los callejones de la Ciudad Amurallada de Kowloon.
En 1995 el gobernador británico inauguró un parque que llevaba el nombre de la ciudad. Una isla verde en el lugar donde antes se levantaba la horrenda y anárquica mastaba de cemento. Varios monumentos recuerdan lo que fue la Ciudad Amurallada de Kowloon a lo largo de los siglos, entre ellos algunos restos de la muralla original que sobrevivieron a décadas de construcción descontrolada. Pero de la ciudad, una vez más, no queda nada. Sin duda alguna es mejor así, pero para el recuerdo queda uno de los escasos lugares donde el desgobierno fue la única forma de gobierno.
La ciudad amurallada, completamente vacía, en 1993, justo antes de su demolición.
Algunas curiosidades:
En el interín de la demolición, desde que se comenzó a evacuar la ciudad hasta que se inició el derribo, se rodaron un par de pelis (de Van Damme y Jackie Chan, sólo aptas para cinéfilos) en el lugar.
Os dejo unos videos de la ciudad:
L7 Pretend We're Dead Live The World 1992 (video)
L7 es mi grupo favorito de grunge integramente femenino ,que disfruteis el video,aqui Donita se lo quita!!! come on,come on,come on baby!!!
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